Hay que tener valor para posar delante de Oskar Kokoschka.

La mayor parte de los retratos que realizaba el pintor austriaco los hacía por encargo y la mayor parte de ellos le eran devueltos. A muchos no les gustaban los cuadros del que, posteriormente, fuera considerado uno de los mejores retratistas del siglo XX. ¿Qué razones tenían sus clientes para devolverlos? ¿Porqué se despreciaban esos retratos?

Lo que ocurre es que las expectativas del cliente y las motivaciones del artista no eran las mismas. Oskar Kokoschka no pinta lo que tú quieres ser, él pinta lo que eres.

Mirar tu retrato, pintado por éste artista, es enfrentarse a tu ser más profundo, en sus cuadros se ve reflejada la personalidad, el alma y seguramente los miedos de la persona retratada. Definida ésta parte de su pintura por algún autor como retrato psicológico al artista le importaba bien poco lo agraciado o no de la postura, el gesto o la juventud del retratado. A él le importaba descubrir su esencia, su personalidad.

Según dicen, si te miras fijamente a los ojos en un espejo, puedes experimentar lo que los psicólogos llaman "vértigo de identidad" o cómo dice Jean Cocteau "Los espejos, antes de darnos la imagen que reproducen, deberían reflexionar un poco"

Pues eso mismo le podíamos decir a Kokoschka... Vamos hombre... ten un poco de piedad con el retratado que no todo el mundo está preparado para enfrentarse a si mismo!!!

Pero Adolf Loos si tuvo valor. El arquitecto austriaco comprendió su arte y no sólo se dejó retratar sin devolver el lienzo sino que compró gran parte de los cuadros devueltos que almacenaba el artista, fue su mecenas durante un periodo de tiempo y le introdujo entre los intelectuales de la época.

Adolf Loos pintado por Oskar Kokoschka 



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